sábado, 17 de mayo de 2008

Interrogar a Dios


A casi diez años de su desaparición fisica, la poetisa Olga Orozco es un nombre apreciado y tenido muy en cuenta en los círculos literarios. Sus textos han sido traducidos al francés, inglés, italiano, alemán, rumano, indio, portugués y japonés.

A menudo se suele incluirla en la generacion del cuarenta o neorromentica, junto a sus amigos Norah Lange y Oliberio Girondo, o bien tildarsela de surrealista y precursora de Pizarnik, a lo que ella repondrá "Yo me siento afín a ellos (los surrealistas) en cuanto a la actitud frente a la vida, a la fe en la justicia y en la libertad, al valor de los elementos oníricos y subconscientes, a la existencia de otras realidades. Sin embargo, nunca practiqué la escritura automática, esencial para la escritura surrealista"

Orozco hizoo suyo "ese proverbio español que dice: 'boca que besa no canta', entonces mi poesía lo que canta es la boca que deja de besar. Claro que canta llorando", y añade: "la felicidad se cumple por sí misma, da un estado de plenitud que casi nonecesita expresarse de otra manera que viviendo".

Escribir poesía fue para ella "una forma de interrogar a Dios", y de los poetas a dicho "Somos además transgresores. No aceptamos las leyes de causa y efecto, la sucesión lineal del tiempo, el disponer de un solo yo, de un solo aquí y de un solo ahora. Alteramos además la organización razonable, porque nuestro orden de valores no es el de la generalidad, porque atesoramos palabras inválidas en lugar de monedas de oro y exploramos y sembramos en terrenos que no son de este mundo".

Bastara para esta entrada un texto, de Eclipses y fulgores



NO HAY PUERTAS

Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,
con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su madriguera,
con el vértigo de mirar hacia arriba,
con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en medio de la noche,
con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría,
con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriendo el costado del miedo,
a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico de praderas celestes,
hiciste día a día la soledad que tengo.

Mi soledad está hecha de ti.
Lleva tu nombre en su versión de piedra,
en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;
camina junto a mí con tu paso vacío,
y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,
hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en nunca.

La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera de un reino
____________________[del que nadie sale y al que jamás se vuelve.
Y creció por sí sola,
alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del recuerdo
y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos,
escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras:
La he visto así poblar las alamedas con los enmascarados que inmolan el amor
-personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la distancia-,
o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar,
lejos, en otra parte,
donde estarás llenando el cuenco de unos años con un agua de olvido.
Algunas veces sopla sobre mí con el viento del sur
un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido
en la garganta rota de la dicha,
o trata de borrar con un trozo de esperanza raída
ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los cristales
para que hiera todo cuanto miro.

Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.
Aúlla con tu voz en todos los rincones.
Cuando la nombro con tu nombre
crece como una llaga en las tinieblas.

Y un atardecer levantó frente a mí
esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados
y en la que hemos bebido el vino de eternidad de cada día,
y la rompió sin saber, para abrirse las venas,
para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo.
Y no pudo morir
y su mirada era la de una loca.

Entonces se abrió un muro
y entraste en ese cuarto con una habitación que no tiene salidas
y en la que estás sentado, contemplándome, en otra soledad
semejante a mi vida.